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Agustina Bello es Seniors 2002 y su vínculo con Crandon es rico e intenso. “Fui al colegio de los 2 a los 18 años. Mi primer recuerdo de vida es del colegio: me veo de túnica amarilla, tenía 2 años. Después me acuerdo de cuando iba a Jardinera, teníamos un jardín que para mí era maravilloso. Mi vida hasta la adolescencia está marcada por experiencias vividas en Crandon, eran muchas horas, todo el día”. En Bachillerato, Agustina eligió quinto Científico primero y sexto de Arquitectura después; dice que, al finalizar, no estaba muy convencida de qué seguir y finalmente eligió el Centro de Diseño (ahora EUCD, Escuela Universitario Centro de Diseño). “En aquel momento el Centro de Diseño tenía una prueba muy exigente y estresante; la di igualmente y entré. Me encontré con una dinámica muy parecida a la del colegio, con clases de 8 a 16 h. Estuvo buenísimo, fue muy formativo y algo loco porque estábamos estudiando Diseño Industrial en el medio de una crisis en la que cerraba la industria textil y nosotros creíamos que esa sería nuestra fuente de trabajo”.

Formarse y trabajar en el exterior

Agustina terminó su formación en diseño con el título “Diseñadora Industrial especialista en textiles y moda” con una investigación sobre el diseño de materiales. “Me enamoré de los materiales porque es algo enigmático y porque hay mucho para desarrollar. Los materiales tienen una parte de Cálculo, Ingeniería, Física y eso me apasiona, porque me gusta congeniar el método con la creatividad”, explica mientras va y viene en una historia de pocos años, pero con muchas experiencias. Su tesis de egreso fue un estudio sobre el papel como materia prima para textiles porque “era el tiempo de las papeleras, así que hice una reinterpretación del papel en la industria textil, mezclé la parte creativa con estudios químicos de mejora de la propiedad del papel”. Además de estudiar en el Centro de Diseño, Agustina se formó en diseño gráfico en la ORT. Mientras tanto, en el EUCD fue asistente honoraria, grado 1 y asistente académica. En particular, trabajó como asistente de Hugo Millán, del que dice fue su “docente referente”. Su periplo profesional es variado y, además del área académica, realizó trabajos como asistente de vestuario en Carnaval con Hugo Millán y en una agencia de publicidad en la que diseñaba espacios funcionales. ¿Cómo surgió la idea de irte al exterior? Quería irme desde la época del colegio, pero finalmente no lo hice porque elegí graduarme con mi generación. Siempre había estado averiguando; conseguir una beca es un proceso, es un aprendizaje largo y lo tomé como un trabajo más. El primer año no la gané y eso me ayudó a focalizar y definir qué hacer y en dónde. En esa época, además, comencé con mi taller en el que hacía estampados. La idea era armar mi porftolio con una mezcla de arte, textil, gráfica y estampados. Y encontré una escuela en Estados Unidos con un perfil indefinido como el mío. Con un beca Fullbright me fui, en 2010, a la Rhode Island School of Design a hacer una Maestría de dos años. Pasé de tener tres trabajos a estar estudiando en un lugar increíble, en el que además me pagaban. Hice un collage de becas para asumir la experiencia de ir a estudiar a Estados Unidos. Tenía un fellowship, daba clases, la beca Fullbright y otra de unas señoras que apoyan los estudios de mujeres de países subdesarrollados. ¿Cómo fue la experiencia de estudiar en Estados Unidos? Fue excelente. Fui a la primera escuela de diseño de EEUU en la que dan clases de diseño, arte y humanidades desde 1877. Estuve en el Departamento de Textiles y Nuevos Medios, entre innovación y materiales, que es lo que más me gusta. ¿Te quedaste en Estados Unidos al finalizar? Un reclutador de Nike me llevó a trabajar en el área de innovación en Converse. Era el trabajo exacto porque Converse apunta a un público muy creativo. Trabajaba haciendo patentes y era la persona encargada de materiales en un equipo que estaba distribuido en Portland, Boston, Amsterdam y Taiwán. Mi tarea era tomar materiales que habían sido creado para atletas y reconvertirlos para otro público. Trabajábamos un año adelante del punto de venta con los prototipos que la marca presentaría en la colección siguiente. Y además, trabajaba, seis años adelante del punto de venta desarrollando materiales. Mi bebé, durante ese tiempo, fue un material que tiene envejecimiento programado y que la marca patentó.

 

Regresar y resignificar

A mediados del 2014 Agustina volvió a Uruguay por condiciones de la beca Fullbright, que obliga a los becados a regresar al país de origen. A pesar de que en Converse querían que se quedara, no fue posible y firmó un contrato para trabajar a distancia. Tenía que viajar con regularidad, cada cuatro meses, pero en Uruguay, tiempo después, se dio cuenta de que no era viable. ¿Qué hiciste al regresar a Uruguay? Pasé de tener dos horas de traslado diario al trabajo a vivir en Punta del Este, a correr todas las mañanas… Paré la pelota.  Ese invierno, saqué fotos y me volví a contactar con mi lado más creativo. Reconecté con mis amigos, leí y trabajé para Converse de forma remota, sin los viajes. Me encontré con un amigo que hacía diez años que no veía y nos enamoramos. Su mamá tenía un taller de costura, con 30 años de experiencia. Ella se enfermó y falleció de la noche a la mañana. Nos hicimos cargo del taller y además, arranqué con un proyecto de innovación en Uruguay. ¿Otra vez dedicada el diseño de materiales? Primero investigué qué producto se puede producir desde aquí. Arranqué desde el inicio, pensé que me iba a llevar más tiempo, pero en dos años de prototipado ya tengo un muy buen adelanto. La idea es alinear una cadena productiva sustentable que pueda ir desde la materia prima hasta el producto final en Uruguay. No puedo adelantar detalles porque todavía no está patentado.

 

“Londres fue un regalo de la vida”

En diciembre de 2016, el British Council Uruguay organizó un concurso abierto para enviar un diseñador joven a la Semana de la Moda en Londres. Agustina recibió la información un viernes de tarde y el lunes se cerraba el concurso. Se presentó con su tesis de Maestría: un estudio de materiales blandos inspirados en el tiempo en el que había trabajado con Hugo Millán. La experiencia vivida fue muy particular porque para Agustina “Londres fue un regalo de la vida. Fue como ir a los Óscar. Participé de la exposición de diseñadores emergentes. Fue un evento particular para networking. Tuvimos visitas, clases. Fue, además, muy productivo para conocer diseñadores emergentes de todo el mundo. Éramos 70 y todos estábamos enfrentándonos a los mismos desafíos. Es la globalización, todos vendiendo por Facebook, Instagram. Compartimos experiencias”.

Los proyectos

El objetivo más cercano, en el área laboral, es patentar el trabajo que está realizando desde hace dos años. La ANII (Agencia Nacional de Investigación e Innovación) acaba de aprobar una financiación solicitada. “Estoy muy emocionada, (…) la financiación implica fondos y una comunidad, eso está genial. Tendré tribu otra vez, gente con la que aprender, dinero para contratar profesionales, que en Uruguay hay de excelente nivel”. En la patente ha trabajado con especialistas desde enero de 2017 y aclara: “no podemos hacer divulgación hasta que esté todo en orden y publicado. Tenemos tres o cuatro mercados como destino y pensamos hacer una prueba piloto en Uruguay y luego ir patentando en esos mercados. Se viene un tiempo de trabajo cuesta arriba, pero siento que cierro un ciclo y una etapa en la que decidí quedarme en Uruguay y apostar a algo en particular”.

Crandon en retrospectiva

¿Qué significa Crandon hoy? Hace poco celebramos, con los compañeros de generación, los 15 años de egreso y para mí fue como revivir el sentido de comunidad. Me encontré con amigos y relaciones que son muy sólidas y que perduran a través del tiempo y del espacio. Me gusta decir que viví en un táper, hasta tengo la foto del que usaba para llevar el almuerzo al colegio. En ese táper aprendí de valores y fundamentalmente del valor de vivir en comunidad.Eso después se reflejó en todas las etapas de mi vida. A mí me encantaba conocer a todos y que supieran de mí, yo iba por el colegio y me gustaba saludar a todos. En el colegio todo es familia, hasta el día de hoy... Me encuentro con el Pastor Tomé en el ómnibus y me gusta. Crandon también me dio muchísimas herramientas académicas que me facilitaron los estudios. Valoro los docentes, fueron profesores definitorios. Gloria Sánchez es una madre del corazón, una mujer muy poderosa que me marcó. Crandon es el ensayo de una comunidad perfecta, es lo suficientemente grande como para perderte, tiene magia con el túnel y la enredadera y, a su vez, todos te conocen. Es una pequeña ciudad, podés descubrir y explorar, el edificio tiene el encanto necesario para aportar al desarrollo de esa comunidad. Da contexto, historia y poesía.

 

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