Inicial

26 de mayo de 2025

Mtra. Laura Molina Pérez, subdirectora de Educación Inicial

En Inicial, celebramos la palabra escrita. El relato La casa de las palabras de Eduardo Galeano, de la obra El libro de los abrazos, nos inspiró para diseñar un espacio lúdico para, a través del juego, promover y despertar la curiosidad por las palabras.

En esta oportunidad, tomamos el término lecturar, acuñado por la pedagoga María Emilia López. Lecturar es la fusión de leer y amar y transmite ―con la precisión de los neologismos que combinan dos palabras― el valor del afecto y de la presencia física y emocional que se conjugan en el momento de la lectura a un público infantil. 

En la primera infancia, la promoción de la lectura es una experiencia emocional y afectiva clave. En las instancias de recreación de historias, los adultos jugamos un papel fundamental; pues no se trata solo de una actividad intelectual de mucho valor, sino de un vínculo de cercanía, compañía y amor.

Los grupos de niveles 3, 4 y 5 años dieron vida a Lecturar el miércoles 21, jueves 22 y viernes 23 de mayo. Este escenario lúdico ―que nació con el propósito de jerarquizar la lectura y los libros, valorizar su origen y aportar a la construcción de la identidad nacional― tuvo lugar en el pasillo principal de Educación Inicial y contó con dos escenas.

Al inicio, a modo de transición e introducción, niñas y niños recibieron información sobre la actividad en cuestión, el Día Nacional del Libro y el autor. Varios de los elementos presentes (palabras, calderines, pañuelos de colores) tendieron puentes con El buscador de palabras, actividad de la que habían participado en la semana.

Llegó el momento del relato y del texto de Eduardo Galeano surgieron palabras que, guardadas en viejos frascos en la casa de las palabras, viven a la espera de ser elegidas por las y los poetas. Las palabras, dice este texto, rogaban por ser miradas, olidas, tocadas y hasta lamidas. En esta casa tan rica en voces y expresiones, también había una mesa con colores; en grandes fuentes, los pigmentos del mundo estaban disponibles para que los poetas los eligieran.

Con este contexto simbólico, cada grupo salió a cazar palabras y colores. Primero las eligieron y, con ayuda, las leían o las escuchaban susurradas al oído. Para finalizar, podían representar, en diversas texturas (harina de maíz, masa, marcadores y tizas) las palabras o colores elegidos.

María Emilia López (Argentina) es pedagoga, escritora y especialista en educación temprana y literatura infantil. También es asesora en programas de política pública dirigidos a la primera infancia y a la gestión cultural en México, Colombia, Brasil.

 

Créditos: Centro de Recursos para el Aprendizaje (imágenes); Mag. Gabriela Cabrera Castromán (texto)

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