Institucional

11 de abril de 2022

 

«Hosanna, hosanna», escuchaba Jesús subido a un burro, mientras entraba en Jerusalén. 

«Hosanna, hosanna», repetían las mujeres, los niños y los ancianos ante el paso de aquel en quien depositan su esperanza. 

Esta antigua palabra hebrea significa «sálvanos ahora, te lo ruego». Hosanna era el grito desgarrador que aquellos, los más vulnerables, dirigían a Jesús en su camino. Rogaban ser salvados del hambre que produce la acaparación de los granos en manos de unos pocos terratenientes. Rogaban ser salvados de los abusos de Herodes, quien desde el poder gobernaba a su capricho, sin tener en cuenta al pueblo. Rogaban ser liberados de la opresión del Imperio Romano. Rogaban que los cobradores de impuestos les dejaran una moneda con qué alimentar a su familia y no que triunfara el lucro a costa de la necesidad. Rogaban que los que se decían representantes de Dios les permitieran rendirle culto desde su humildad y no desde su pobreza. 

Rogaban y Jesús los escuchó. Se comprometió enseñando sobre el Reino de Dios, desde lo sencillo y lo cotidiano. Se comprometió defendiendo a los más vulnerables, tirando las mesas de los mercaderes de la fe, llamando a las mujeres para que anunciaran junto a él, abrazando y sanando a los enfermos. Se comprometió oponiéndose a los tiranos y denunciando la hipocresía de los que se atribuían el título de maestros. Se comprometió sentándose en la mesa con publicanos y prostitutas, tendiendo la mano a amigos y enemigos, celebrando la vida en una cena en la que todos estaban invitados. 

Escuchar el grito de Hosanna y actuar en consecuencia le llevó a la cruz. Anunciar la justicia, la equidad y sobre todo el amor, en definitiva una vida buena y abundante para todos y todas, nunca es gratuito. Pero ese anuncio no se terminó en la cruz. Ese anuncio se concreta en la Resurrección, en la certeza de que la luz brilla sobre las tinieblas, de que la muerte no tiene la última palabra y que la vida siempre puede más. 

La Semana Santa nos invita a reflexionar y a comprometernos en el mismo camino que Jesús. Hoy seguimos escuchando los gritos de los pueblos que sufren por la guerra. Aún hay imperios que siguen oprimiendo a los pueblos y aún hay gobernantes que abusan de su autoridad. Aún se sigue acaparando la tierra y sus frutos, mientras se juega con el hambre de la gente. La creación grita desesperadamente que la cuidemos y aún no hemos aprendido a escucharla.

 

«Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas». Mateo 6.33 

Muy felices Pascuas de Resurrección. 

 

Por Pastoral Educativa,
Profes. Daniel Morales Sánchez y Joaquín Peña Zangaro

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