Institucional

5 de abril de 2023

Cruz de madera sobre pared

Profes. Joaquín Peña Zangaro y Rocío Geymonat Dotti, Pastoral Educativa

En esta oportunidad, nos gustaría acercarles una reflexión inspirada en lo que significa la Semana Santa para nosotros. Nos centramos en tres palabras que han marcado la historia de la humanidad y, en concreto, la experiencia de Jesús y su ministerio: rebelión, revolución y revelación. ¿Por qué estas tres palabras? Porque describen fehacientemente la acción de Jesús en esta tierra.

¿Podríamos no llamar rebelde a alguien que se opuso con vehemencia, desafiando al poder e incluso exponiendo su propia vida? Jesús fue un rebelde cuando se negó a juzgar a los demás desde la hipocresía, cuando se dejó rodear por los niños, cuando se sentó a escuchar a las mujeres —incluso cuando alguna era samaritana—, cuando fue al templo y derribó las mesas de los mercaderes que lucraban con la fe. Fue un rebelde que cambió la vida de los cobradores de impuestos, que reconoció la humanidad en los enfermos —que eran tratados casi como animales—, que se negó a mirar al costado ante el sufrimiento y la opresión de su pueblo.

Esa rebeldía que lo llevó a oponerse al imperio de hombres que se creyeron con derecho de decidir sobre la vida de los otros, que impusieron cómo vivir la fe, que catalogaron a las personas en función de su sexo, su economía, su forma de vestir, su sentir o su opción política. Fue por esa rebeldía que Jesús terminó siendo torturado y asesinado en la cruz.

Jesús fue un revolucionario. ¿Cómo podríamos denominar a alguien que anunció la buena nueva a los pobres, dio vista a los ciegos y libertad a los presos y oprimidos? Estas eran palabras que iban a contramano de la sociedad en la cual eran pronunciadas.

De qué otra forma podríamos llamar a alguien que se enfrentó con un mensaje de amor a un imperio que trajo muerte. Un amor que va más allá de las estructuras sociales, y que incluye, también a aquel a quien podemos sentir como enemigo. Un amor que hace posible otra forma de vivir.

Jesús invitó a las mujeres, a los niños, a los enfermos y a los pobres a la misma mesa, celebró con ellos la memoria de la liberación que Dios quiere para su pueblo. Ese es su proyecto revolucionario y amoroso: la búsqueda por transformar las bases mismas de la sociedad, para que todos y todas tuvieran un lugar en la mesa compartida.

Y es en este último punto, de esta nueva propuesta, que encontramos la gran revelación de la acción de Cristo. Inmerso en un imperio sostenido a base de espada y opresión, la prédica y acción de Jesús fue rebelde y revolucionaria.

Para el poder, la solución fue la cruz, pero para él no fue el final, sino el principio. En la cruz se reveló la crueldad de aquellos que no entendieron —ni entienden— que la acción liberadora de Dios en la historia humana no puede ser detenida. Con la resurrección queda de manifiesto, una vez más, que celebramos a un Dios que supera la muerte, celebramos un Dios de vida. Con el envío de los discípulos y discípulas para anunciar la palabra, se revela que la misión no es en solitario, sino que es una tarea comunitaria.

Sin dudas hay palabras que nos marcan y que dan significado a nuestra comprensión de la fe. Que esta Semana Santa nos permita reflexionar, pero sobre todo sentir la praxis de Jesús, esa praxis transformadora de la realidad de tantos y tantas hasta el día de hoy.

Como Jesús, vayamos con la rebelión en los labios, la revolución en nuestros actos y la revelación en nuestros corazones.

Vayamos con la certeza de que Dios actúa y lleva adelante su proyecto de salvación, en nuestra vida y en toda la historia humana.

Crédito de imagen: Centro de Recursos para el Aprendizaje

2 Comentarios

  1. Gabriela Cabrera

    ¡Gracias, Efraín, por tu comentario!

  2. Efrain Yanapa

    Realmente es una reflexion en profundidad que Jesus fue un gran revolucionario para darnos liberacion y libertad

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