Institucional

En 1878, nació oficialmente en nuestro país la Iglesia Metodista y un año más tarde la Mtra. Cecilia Güelfi fundó las dos primeras escuelas evangélicas. Cecilia era una comprometida maestra que trabajaba en la educación pública. A pesar de su proyección ―tenía estrecho vínculo profesional con el reformador José Pedro Varela― la Mtra. Güelfi presentó renuncia ante la posibilidad de fundar una escuela en Montevideo bajo los auspicios de la Sociedad Misionera Extranjera de Señoras de los Estados Unidos (Woman’s Foreign Missionary Society).

La primera institución educativa evangélica del Uruguay comenzó a funcionar en forma gratuita el 10 de febrero de 1879 y, posteriormente, el 13 de febrero abrió otra. Esta última era paga y sustentaba a la primera.  La obra fundacional de Cecilia contó con la ayuda de su hermano Antonio y con el indudable apoyo de la Sociedad Misionera Extranjera de Señoras de los Estados Unidos. Las Escuelas Evangélicas de nuestro país se forjaron gracias al trabajo en conjunto entre los hermanos Güelfi y esta organización que, al igual que tantas otras de igual índole, realizó importantes esfuerzos económicos para abrir y mantener escuelas, especialmente para niñas y señoritas.

Cecilia tenía gran interés en la formación pedagógica y, por eso, un año después de haber dado vida a la primera escuela puso en funcionamiento el Curso Especial de Estudios Normales, un programa para formación de maestras. Hacia 1886, cuando Cecilia falleció, había nueve escuelas que funcionaban en distintos barrios de la ciudad, además del curso para maestras. Luego del deceso de Cecilia, Antonio se hizo cargo de la Dirección de las escuelas que llegaron a ser trece.

A partir de 1888 llegaron dos misioneras de los Estados Unidos con el objetivo de ayudar a Antonio. Fueron enviadas por la Sociedad Misionera Extranjera de Señoras. Las misioneras norteamericanas estaban formadas en instituciones terciarias y dejaban sus hogares para cumplir una marcada vocación educativa y evangelizadora. Al llegar a nuestro país se encontraron con otra cultura, otra lengua y desafiaron los obstáculos adaptándose y nutriéndose culturalmente. Contaron, sin lugar a duda, con el entusiasmo y la colaboración de las maestras graduadas de los Estudios Normales de Crandon.

Miss Minnie Hyde y Miss Mary Bowen fueron las primeras misioneras. Una vez instaladas, decidieron unir las trece Escuelas Evangélicas en un solo edificio en la calle San José, con el nombre de Liceo Evangélico para Niñas. Para ello, la Sociedad Misionera adquirió su primera propiedad. El edificio tenía comodidad para 200 alumnos y también para el pensionado de maestras y de pupilas. Estaba construido sobre un terreno amplio y con espaciosos patios. En diciembre de ese año, siete estudiantes recibieron sus diplomas y, al año siguiente, se creó el Jardín de Infantes.

En 1903, Miss Elizabeth Hewett tomó la Dirección y fue responsable de impulsar la creación del Liceo Evangélico. En este período creció considerablemente el alumnado y fue necesario instalarse en una nueva casa, en la calle Soriano. Se inauguró en 1906 y pasó a llamarse Instituto Crandon, en honor a la Sra. de Frank Crandon (de Illinois) quien fue miembro de la Sociedad Misionera Extranjera de Señoras de los Estados Unidos y una importante colaboradora con la misión evangélica en nuestro país.

A partir de 1909 y durante los tres años siguientes, hubo un incremento de colegios privados con enseñanza superior e incorporación de idiomas. En consecuencia, el Instituto Crandon ya no era el único colegio que enseñaba Inglés y se hizo necesario marcar la diferencia. Las misioneras no menguaron sus esfuerzos. Miss Jennie Reid, graduada de la Ohio Wesleyan University, ocupó la Dirección desde 1914 y fue quien impulsó la enseñanza comercial para la mujer.

Bajo la Dirección General de Miss Jennie Reid, en 1914 se pudo concretar la venta del edificio de la calle Soriano y dos años más tarde se compró el terreno de 8 de Octubre y Garibaldi. Los planos de la construcción fueron realizados en Estados Unidos. Se consideraron comodidades y salones para 400 alumnos. En 1915, Miss Malvin llegó para trabajar como subdirectora y fue gestora de dos importantes iniciativas: creó el nuevo uniforme de gimnasia (liviano, práctico y cómodo) y organizó y llevó a la práctica las primeras lecciones de cocina que pudieron llevarse a cabo cómodamente en el nuevo edificio. Inaugurado en 1922, revestido por la Enamorada del muro ―en nuestro país conocida como la Hiedra de Crandon―, este se ha convertido en una referencia urbana permanente.

Desde entonces, la Institución siguió fortaleciéndose, desafiando adversidades con propuestas innovadoras, con tenacidad y con fe en las decisiones tomadas. Fue avanzando como una institución pionera en diversos campos de la educación y con gran compromiso social.

 

Adaptado de Golden & Blue, libro sobre la historia del Instituto Crandon que se presenta y pone a la venta en junio de 2019

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