Institucional

1.º de octubre de 2022

Flores en primavera

 

Amen, y todo lo que hagan, háganlo con amor

Joaquín Peña Zangaro, Pastoral Educativa

Setiembre es un mes particular. Se comienza a notar que el frío invierno va quedando atrás, los árboles empiezan a mostrar unos incipientes brotes, el sol sale más temprano y tarda más en esconderse. En definitiva, la primavera comienza a mostrar su rostro.

En recuerdo de este nuevo comienzo, hace varios años ya, algunos colectivos decidieron llevar adelante una marcha para celebrar la diversidad, la diversidad manifestada en distintas formas de ser y de estar, pero por sobre todo esto, de amar.

¿Cómo podemos explicar esto? ¿Cómo es eso de que hay diversas formas de amar? Qué difícil se nos hace cuando tenemos que hablar sobre el amor y mucho más difícil es cuando tenemos que explicarlo. Sin embargo, como cristianas y cristianos no es algo que nos debiera sorprender. Jesús fue y es uno de nuestros referentes sobre el amor y, sobre todo, sobre las diversas formas de amar.

Jesús nos enseñó a amar a las mujeres cuando se encontró con la samaritana o con la mujer sirio-fenicia, en un momento donde las mujeres no tenían lugar. Nos enseñó a amar a los enfermos curando a los leprosos, yendo al encuentro de aquellos que eran considerados menos que animales. Nos enseñó a amar a los niños cuando pidió a sus discípulos que le permitieran pasar a las niñas y los niños, porque para entrar al Reino de Dios debemos hacernos como ellos. Nos enseñó a amar al enemigo cuando ante el pedido del centurión romano, símbolo de la opresión, salvó a su muy amado esclavo. Nos enseñó a amar cuando llamó a su lado a los rechazados, pescadores y cobradores de impuestos. Trajo las buenas nuevas a las excluidas y excluidos.

Pero no solo nos enseñó, nos dejó una propuesta, un desafío, un nuevo mandamiento: «Les doy este mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo a ustedes, así deben amarse ustedes los unos a los otros. Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos». (Juan 13.34-35. DHH).

De forma sencilla, desde lo cotidiano. Sin tanto prejuicio, sin preguntar quién con quién, sin tantos armarios, sin tantas separaciones, sin tantas máscaras, al que tengo cerca o al que está un poco más alejado. Con aquel con quien no comparto tanto y con aquel con quien comparto mis días. Con aquella con la cual discuto de la realidad y con aquella otra con la que me cruzo en la calle pidiendo algo para comer. Con aquel que se viste muy distinto a mis estándares o con aquel otro con el que me encuentro en la tienda. Con aquel que va tomado de la mano por la calle como demostración del amor o con aquella que marcha para demostrar con orgullo quién es. Con cada una y con cada uno, con todas y todos, Jesús nos invita a que nuestra forma de relacionarnos sea desde el amor.

En todo esto se representa la invitación a vivir como lo hacía Jesús. Que este mandamiento no se convierta en un eslogan y sea parte de nuestra cotidianidad depende de nosotras y nosotros. Pedimos que, en este setiembre, Dios nos siga mostrando su amor por la humanidad de las más diversas maneras y que podamos amar libremente como Jesús nos enseñó a amar.

El teólogo metodista argentino José Miguez Bonino nos dejó una frase maravillosa: «Porque la palabra de Dios es para ser “hecha”, no meramente oída». Entonces, como enseñó Jesús: Amen, y todo lo que hagan, háganlo con amor.

 

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Crédito de imagen: Centro de Recursos para el Aprendizaje

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