Institucional

13 de abril de 2024

La Mtra. Cecilia Güelfi

El 19 de abril de 1888, hace 136 años, falleció la Mtra. Cecilia Güelfi, fundadora del Instituto Crandon. Aunque la Institución no lleva su nombre, esta joven maestra fue la precursora y artífice de una obra escolar evangélica de vanguardia. 

En escasos 30 años de vida, Cecilia Güelfi dio vida a un proyecto educativo singular que incluyó la pedagogía más moderna de la época, el cultivo del espíritu y de la cultura.

Si bien Cecilia nació en Argentina, en 1855, vivió en Uruguay desde pequeña, cuando la familia Güelfi-Parodi ―de origen italiano― cruzó el Río de la Plata para afincarse en Montevideo, en una casa en la Ciudad Vieja, frente a la plaza Matriz. En este hogar, se expandía el mundo cultural, se realizaban tertulias y se cantaban óperas italianas en homenaje a los orígenes genoveses de madre y padre. Antonio, el hermano mayor, tenía dotes para la música, y Cecilia, que era sumamente inteligente, se inclinó por el Magisterio. 

A los 17 años obtuvo el título de maestra y, de inmediato, comenzó a ejercer la docencia en las escuelas públicas de Montevideo (denominadas municipales). Trabajó junto a José Pedro Varela ―Inspector Nacional de Instrucción Pública de la época― en la Reforma Educativa que este inició en 1877.  La Reforma tuvo múltiples opositores, especialmente en el ámbito católico, pero los metodistas la consideraban como una oportunidad, pues eran años de intransigencia religiosa y el catolicismo defendía su posición, molestando a quienes ejercían prédicas diferentes.

La Mtra. Güelfi fue una de las más cercanas colaboradoras de Varela. Por su capacidad de gestión, era la responsable de reorganizar las escuelas y de implementar la nueva metodología. Además de trabajar como maestra pública, Cecilia se encargaba de la Escuela Dominical de la Iglesia Metodista. En 1877, ella y Antonio ―por iniciativa de él― se hicieron miembros, atraídos por la prédica y personalidad del misionero Juan F. Thompson, líder de la Iglesia Metodista en el Uruguay. 

La necesidad de crear un centro de enseñanza regido por los valores evangélicos crecía en Montevideo

La necesidad de crear un centro de enseñanza regido por los valores evangélicos crecía en un Montevideo que excluía a quienes profesaban una fe diferente a la católica, especialmente a los evangélicos. El Rev. Tomas B. Wood (sucesor de Thompson) alentó a los hermanos Güelfi y los vinculó con la Sociedad Misionera Extranjera de Señoras de Estados Unidos. 

Esta organización decidió fundar, bajo sus auspicios, una escuela en Montevideo. Cecilia renunció a su cargo público. José Pedro Varela intentó retenerla, pero no lo logró porque la joven anhelaba «una escuela instalada según los postulados más modernos de la pedagogía; una escuela que fuera centro de cultura; que sirviera, además, para cultivar los valores del espíritu al calor de las ideas evangélicas» (Güelfi de Bersia, Dos vidas fecundas, pág. 61).  

«Una escuela instalada según los postulados más modernos de la pedagogía; una escuela que fuera centro de cultura; que sirviera, además, para cultivar los valores del espíritu al calor de las ideas evangélicas»

En 1878, cuando tenía 23 años, la Mtra. Güelfi creó y asumió la dirección de dos pequeñas escuelas evangélicas. Una de ellas era paga y la otra gratuita; la primera sostenía a la segunda. Ambas estaban en la calle San José y tenían previsto contar con maestras, ayudantes y profesores competentes para abordar «lecciones sobre objetos, escritura, gramática, aritmética, geometría, geografía de la República, fisiología y ejercicios gimnásticos, moral y religión, costura». La escuela paga también incluía clases especiales de francés, inglés, dibujo, piano y canto. 

Para resolver la cuestión del equipo docente, Cecilia abrió, a fines de 1879, un curso especial de estudios normales que funcionó exitosamente ―por el valor de la currícula― hasta la creación del Instituto Normal de Señoritas en 1883. 

A los tres años de fundadas las dos primeras escuelas, se abrieron dos nuevos centros más, uno en La Aguada y otro en el Cordón. A las Escuelas Evangélicas concurrían niñas y niños de todas las clases sociales. Si bien eran gratuitas, las familias debían contribuir con una cuota mensual de acuerdo a sus ingresos. 

El propósito, que los Güelfi compartían con la Sociedad Misionera Extranjera de Señoras, era instruir a los escolares y llevar el Evangelio a sus familias

En 1884, se abrieron otros tres centros educativos. En todos ellos se leía la Biblia diariamente, se oraba y se cantaban himnos. El propósito, que los Güelfi compartían con la Sociedad Misionera Extranjera de Señoras, era instruir a los escolares y llevar el Evangelio a sus familias. El catolicismo local se alarmaba, mientras la obra metodista crecía.

Hacia 1885, eran nueve las escuelas desperdigadas por Montevideo. Cecilia era el alma del proyecto y Antonio la ayudaba en la gestión. Ella establecía vínculos de afecto con niños y familias y era reconocida y querida por todos, especialmente por su equipo de trabajo. A principios de 1886, Cecilia se enfermó, tuvo una congestión que derivó en tuberculosis y el 19 de abril, a los 30 años, falleció.

Las crónicas publicadas el 30 de abril en el periódico El Evangelista dan cuenta del valor y proyección de Cecilia. De ella se dijo que era una «cristiana ejemplar», que su «muerte fue un rudo golpe» al metodismo en el Uruguay, que tenía «una inteligencia preclara» y «una mente vasta, instruida y cultivada».

La Mtra. Cecilia Güefi fue considerada una de las obreras más antiguas de la Sociedad Misionera Extranjera de Señoras y sus escuelas fueron precursoras en Sudamérica. Tal es así que Antonio, al hacerse cargo de la obra para continuar el legado, convocó a las misioneras metodistas de la Sociedad. 

El proyecto continuó con Antonio como líder, un comprometido equipo docente y la vitalidad de las misioneras que, a la brevedad, llegaron de los Estados Unidos. Se abrieron más escuelas; en 1888, eran trece establecimientos que atendían a 650 alumnos. 

Tiempo más tarde se clausuraron los diferentes establecimientos para formar una única escuela llamada Liceo Evangélico (el cambio de nombre, de escuela a liceo, se debió a la incorporación de programas de Secundaria). La reputación de las escuelas evangélicas había crecido significativamente entre las familias y las autoridades escolares.

La reputación de las escuelas evangélicas había crecido significativamente entre las familias y las autoridades escolares

El 1906, la institución cambió su nombre y pasó a denominarse Instituto Crandon, en homenaje a Elizabeth Washburn de Crandon, originaria de Davenport (Iowa), una de las integrantes de la Sociedad Misionera Extranjera de Señoras que se involucró en la búsqueda de fondos para la construcción de primer edificio propio. Pero este local, comprado en 1893, ubicado en la calle San José, pronto quedó chico y, en 1922, el Liceo Evangélico se mudó a un moderno edificio que había sido construido especialmente para funcionar como una institución educativa modelo. En las avenidas 8 de Octubre y Gral. Garibaldi, se hizo realidad el anhelo de Miss Jennie Reid, una joven misionera que desde hacía unos años dirigía la obra educativa.

El Instituto Crandon continuó creciendo y, años más tarde, se construyeron nuevos edificios para dar respuesta a un crecimiento sostenido de la matrícula. La Institución cuenta con un genuino reconocimiento por la formación de sus egresados y el compromiso con la comunidad, la sociedad y el país.

El espíritu y los valores de Cecilia Güelfi continúan presentes y llevan su nombre la Biblioteca de Secundaria, un salón en Reid Hall (Primaria) y una plaza frente a este.

 

Fuentes: Cecilia Güelfi de Bersia. (1940). Dos vidas fecundas. Buenos Aires
David Powell. Cecilia Güelfi. Iglesia y Misión. Octubre-diciembre 1997. N.º 62 (Vol 16, N.º 4)

Créditos: Mag. Gabriela Cabrera Castromán (texto); Archivo Histórico (imagen)

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