Institucional

29 de marzo de 2021

Santa María Magdalena, San Juan de Arimatea, San Juan el Evangelista y Nicodemo, de Sieger Koder (Rosenberg, Alemania).

Pastor Jorge Gerhard Otero, Pastoral Educativa

Desde hace un año estamos transitando este tiempo de pandemia que mucho sufrimiento ha provocado en todo el mundo: enfermedad, muerte, miedo, encierro. También distancia. Distancia que suma soledad al padecimiento, que genera la angustia de no poder siquiera sostener la mano del aislado en una pieza de hospital, geriátrico o simplemente en la propia casa.

Este sentimiento nos acerca a las mujeres y los hombres que acompañaron a Jesús en su pasión; a quienes, desde la distancia, contemplaban al maestro crucificado. Y el dolor se entrelaza por momentos con la culpa por haber abandonado…

Dios sabe de todo esto y revierte la distancia, el dolor, la angustia y la culpa. En la Resurrección de Jesús todo lo que pesaba sobre el alma de hombres y mujeres que le acompañaban se disipa como la oscuridad al amanecer de un nuevo día. Es Él el que sale al encuentro del negador, el que tiende la mano al descreído, el que llama por su nombre a la desconsolada. 

Él fortalece el espíritu de los suyos para que puedan afrontar, resistir y vencer cuando la oscuridad les envuelva. «Yo soy la Resurrección y la Vida» dice Jesús (Juan, 11:25) ofreciendo compartirla con nosotros.

Crédito de imagen: Santa María Magdalena, San Juan de Arimatea, San Juan el Evangelista y Nicodemo, de Sieger Koder (Rosenberg, Alemania)

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