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«Soy mamá de tres varones. De 5 y 3 años, y 6 meses. Se llaman Valentino, Genaro y Máximo», así se presenta Paula Gallotti, Senior 2002. Y, mientras muestra su mano, agrega: «Uso el anillo de Crandon, como todas las que fuimos al Colegio. Es un anillo muy lindo, más allá de la connotación».

Nos encontramos en DVelop Software, la empresa de informática que fundó junto a tres socios. Paula habla con elocuencia y energía. Sabe expresarse y adapta el discurso tecnológico, rico en expresiones técnicas, para que los interlocutores puedan entenderla. Narra con fluidez y dice que participa, con asiduidad, en charlas sobre mujeres y tecnología. «Es un rubro para el que me llaman muchas veces. Siempre que me invitan, yo voy», agrega. Se nota su entusiasmo y disponibilidad, tanto que ha sido entrevistada en El País, Mundo Bebé, Uruguay Natural y DESEM. Aclara que le sigue dando vergüenza cada vez que comienza una entrevista, pero después se suelta. Y agrega: «Creo que aparezco en los medios no solamente por ser ingeniera en sistemas y trabajar en la industria de la tecnología, sino por ser empresaria en un ambiente en el que todavía hay pocas mujeres».

 

Paula entró a Crandon a los 2 años, cursó Inicial, Primaria y Secundaria. Después estudió Ingeniería en Sistemas en la Universidad ORT y se graduó en 2008. El último año de Facultad, para afrontar la tesis, armó equipo con tres compañeros de clase. «Ese año, Infocorp se había presentado a la Facultad buscando un equipo que quisiera tomar un proyecto de tecnología para tercerizar proyectos. Teníamos un año para probar y resolver un servicio, además de validar un negocio. Si todo salía bien, Infocorp nos podría dar más trabajo. Nos miramos y dijimos que sí», explica Paula con elocuencia y orgullo.

Después de un año de trabajo, presentaron la tesis y les fue muy bien. Habían desarrollado, en tecnología Microsoft, un orquestador de procesos. «Salvamos con 100 y tuvimos una muy buena relación con Infocorp. Después nos presentamos a Ingenio, como incubadora de empresas, nos aprobaron el proyecto y así nació DVelop formalmente». Cuando se terminó la etapa de empresa incubada, al cabo de dos años, se mudaron a su primera oficina; en aquel momento ya habían contratado a seis empleados. Hoy, DVelop es una empresa de 40 personas con una importante cartera de clientes en el exterior, una oficina en Perú y dos unidades de negocio bien diferenciadas: la fábrica de software y los productos desarrollados para Genexus que han comercializado en 30 países (varios de Europa, Japón y las tres Américas).

 

En 2013, con la empresa funcionando y en crecimiento, Paula fue elegida por el Departamento de Estado de Estados Unidos ―a través de la Embajada de ese país en Uruguay― para participar de Vital Voices, una organización sin fines de lucro fundada por Hillary Clinton. «Vital Voices muestra lo que hacen las mujeres en el mundo, de cualquier industria y no solo en tecnología. Ese año fuimos dos las uruguayas que participamos en un grupo de 28 mujeres de diversos países. Fue un programa de un mes. Tuvimos primero una introducción sobre emprendedurismo y luego un encuentro con una empresa del rubro. Yo viajé de Nueva York a California, Silicon Valley, y tuve un mentoreo con cinco mujeres de la empresa Juniper Networks. Fue muy interesante; aprendí sobre el rol de la mujer en tecnología en la cuna de la industria y vi los mismos problemas que tiene Uruguay. Esto de la mujer en tecnología es un problema mundial y los porcentajes, con una representación de menos del 20 %, se mantienen en Silicon Valley también». Al volver a Uruguay, Paula quedó como abanderada de Vital Voices y con mujeres de diferentes ámbitos organizaron actividades de mentoreo.

 

El emprendedurismo convoca y marca a Paula como mujer y como profesional, pero no solo en la actualidad. Con entusiasmo, cuenta que su primer proyecto fue en cuarto de liceo, en el programa DESEM. «Habíamos tenido la magnífica idea de hacer unas zapatillas para usos casuales: el spa o la playa, por ejemplo. Las colocamos en el viaje de la generación porque fuimos a Paraguay, a las Cataratas, y pasamos por unas termas. Tuvimos que armar un plan de negocio y nos encargamos de todo, hicimos una canción y el eslogan de la venta, y también trabajamos en la producción. Estuvo muy bueno».

¿Qué otras cuestiones importantes aprendiste en Crandon?

Me marcó el primer proyecto de informática. Era un sistema de inmobiliaria en Visual Basic que fue bastante novedoso. Recuerdo también el lenguaje de programación de la tortuguita que aprendimos en la escuela; nadie de mi generación se lo olvida. Y hay un montón de valores éticos: el compañerismo y trabajar en equipo. Y toda la base de la formación académica que fue muy buena; fue muy exigente y eso me sirvió mucho después.

 

¿Qué recordás de Crandon?

Recuerdo a muchas maestras y a los compañeros que siguen siendo mis amigos. Mi grupo íntimo de amigas son las del Colegio. Algunas las conozco desde que tengo 2 años y otras se fueron sumando. Ellas son parte de mi vida y las conocí en Crandon. En general, en otras generaciones pasa lo mismo. Eso es algo que se da en muchos colegios, pero no en todos. Recuerdo las clases de inglés en Primaria y en Secundaria, y también la Marcha y el Anuario, todo lo que hicimos cuando nos graduamos.

 

En 2018 volviste a Secundaria a dar una charla sobre tecnología, ¿qué sentiste al regresar al Colegio?

Sentí curiosidad, quería ver cómo estaba todo. Me gustó ver el mural de mi generación, no me lo acordaba, y me emocionó ver mi nombre. Me gustó encontrarme con profesores y que me trataran con la familiaridad de siempre. Y la diversidad que no se ve en otros colegios. Mi grupo de amigos es muy heterogéneo, desde lo que hacen, las familias que tienen y donde viven. Eso me dio amplitud; cuando yo iba a Crandon no todos vivíamos en el mismo barrio ni teníamos la misma situación o características, y eso es la vida misma.

Entrevista: abril de 2019

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