21 de febrero de 2023

La Dra. Verónica Filardo García participó de la Jornada institucional 2023 que dio inicio al año lectivo en el Instituto Crandon. El lunes 13 de febrero, la investigadora de la Universidad de la República planteó conceptos teóricos e investigaciones recientes sobre el tiempo social y la tasa de actividad en Uruguay. 

El tiempo social como expresión de desigualdad

El tiempo ―que se mide en minutos, años, décadas― está cronometrado y tiene el mismo valor para todas las personas. El tiempo social, en cambio, es la posición en la estructura social y es expresión de las desigualdades sociales.

Bajo este paradigma y según argumentó la Dra. Filardo, la edad cronológica no parece ser una buena medida en relación con las políticas educativas, pues el tiempo vital es muy diferente al tiempo social, el que las personas comparten con su núcleo de referencia.

La salida del sistema educativo, el ingreso al sistema laboral, la inauguración de la vida reproductiva y la autonomía respecto al hogar de origen son tránsitos a la vida adulta (cambios de rol). Según muestra la evidencia científica, estos eventos tienen lugar de diferentes maneras según se trate de hombres o mujeres y en función de los logros educativos. Estos aspectos son, por su parte, relevantes para el desarrollo de políticas públicas.

«Mientras algunas mujeres piensan en hacer un doctorado antes de tener hijos, otras son abuelas a los 29 años. Los 29 años significan cosas muy distintas según la posición en la que nos encontramos. No solamente importa la experiencia vital, viven roles distintos, invierten su tiempo en vidas diferentes (proyectos) y tienen futuros disímiles», explicó la oradora. 

Además, la perspectiva temporal permite discutir los proyectos de vida. La capacidad de proyectar no se distribuye homogéneamente en la sociedad. Un proyecto fija una meta en el futuro y «para ello hay que tener capacidad de ver el futuro y de establecer estrategias. El cumplimiento de la meta depende del esfuerzo de la persona y [esta] siempre [tiene] capacidad de proyectar futuro».

Se puede concluir, entonces, que los desempeños educativos no se resuelven en el sistema educativo, porque los sujetos son más que estudiantes (tienen diferentes roles) y son, también, producto de las desigualdades generacionales constructoras del tiempo social (edad para tener hijos, para empezar a trabajar, etc.).

Fragmentación social

El segundo aspecto tratado por la Dra. Filardo hizo foco en un análisis ―todavía no publicado― realizado junto con la investigadora Mariana Cabrera (Universidad de la República) sobre la tasa de actividad en Montevideo entre 1985 y 2019.

Con el propósito de indagar si las cohortes de nacimiento tienen una contribución específica (controlando edad y período) en la tasa de actividad y sus diferencias por sexo y nivel educativo, el equipo de investigación ha concluido que los nacidos a partir de 1985 se comportan diferente por sexo y según el grado alcanzado en el sistema de formación. 

«Los varones jóvenes están dispuestos a trabajar en una proporción mucho menor. Probablemente quiera decir que el mercado laboral no sea tan atractivo y que hay otros mercados más atractivos ―explicó la investigadora―. Los mecanismos básicos de integración social son el sistema educativo y el mercado laboral; así se asegura la integración social. Si no están en el sistema educativo (los varones mayores de 20 años que no superaron la aprobación del nivel primario) y no están buscando trabajo. ¿Dónde están? Están en otros circuitos».

Esta cuestión afecta la tasa de actividad y anuncia un cambio estructural futuro, pues no se trata de un solo sujeto, sino de varias cohortes (varones de bajo nivel educativo).

El incremento de la fragmentación social en las más recientes generaciones ya no es desigualdad, son mundos completamente distintos. (…) [Por ello], el foco epistemológico parece ser el de la comunidad y no la persona», concluyó la oradora.

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Créditos de imágenes: Centro de Recursos para el Aprendizaje