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Claudia Havranek, Senior 2016, acaba de llegar de Alemania. Estuvo un año en el país germano en el marco del proyecto de voluntariado que lleva adelante la lglesia Evangélica del Río de la Plata. La experiencia —por demás enriquecedora— despierta especial interés en la voz de Claudia quien detalla, con total involucramiento, el trabajo, las implicancias y las emociones vividas.
En su casa se rieron ante la iniciativa, pero la idea fue madurando
«Yo quería estudiar Comunicación y también me gustaba Diseño Gráfico, así me imaginaba, de alguna manera. Pero en abril de 2016 fuimos, con una amiga, a una reunión informativa sobre un proyecto de voluntariado en Alemania», explica Claudia. Agrega que en agosto tenía que mandar «un montón de papeles» (una carta de recomendación, otra de motivación, fotocopia del pasaporte y un «formulario con un millón de preguntas») en el marco de los parciales, las ceremonias de sexto y el futuro más allá de Crandon. Cuando le dijo a sus padres que estaba pensando en irse a Alemania confiesa que su madre se rió. «Pero con el tiempo la idea fue cada vez más sólida y mis padres empezaron a preocuparse y a preguntarme si estaba segura. Yo me fui convenciendo mientras preparaba la documentación». La fecha límite de entrega del material era el 15 de agosto y una semana antes su amiga, que había sido parte del proceso, decidió no ir. Pero Claudia estaba segura, pues «había hecho un trabajo interior importante». Dice que cuando escribió la carta de motivación se «motivó más todavía». Además de la documentación, asistió a un seminario de selección en setiembre, en Buenos Aires. «En esa instancia me hicieron un montón de preguntas, también. Yo estaba muy nerviosa y cada día con más ganas de ir». En octubre le avisaron que había sido seleccionada, la llamaron por teléfono, Claudia estaba en Crandon y fue corriendo a la Pastoral para dar la noticia de que se «¡iba a Alemania a hacer un año de voluntariado!».
La llegada y la previa, el cambio en la mirada
Claudia viajó el 25 de febrero de 2017. Al llegar a Frankfurt, formó parte de un seminario y tuvo una semana de «vida en la ciudad» con trámites «para aprender a sacar dinero en el banco, por ejemplo. Fue todo light, con gente que hablaba en español (de Argentina) y con un referente que hablaba en inglés». La instancia siguiente implicó un seminario vinculado con el voluntariado propiamente dicho «en el que tratamos otras cuestiones, las expectativas y algo relacionado con el trabajo que íbamos a hacer. Todavía no sabía dónde iba a vivir, podía ser un apartamento para mí sola o compartido». Junto a los otros voluntarios, también asistió a un curso de alemán. Ella ya había tomado algunas clases durante un par de meses, al enterarse de que se iba. «Hasta ese momento, me manejaba con el inglés de Crandon que era más que perfecto», agrega Claudia. En el transcurso de la charla se detiene, especialmente, a contar la experiencia vivida cuando conoció el que iba a ser su hogar. «Con Titus, mi referente en Alemania, fuimos al apartamento seleccionado, en la ciudad de Mühlhausen donde yo iba a trabajar. ¡Era un monambiente mínimo que sentí apretado y chiquito! Tenía el baño afuera, incluso. Me sentí agobiada ni bien lo vi». Y continúa: «Yo estaba acostumbrada a una casa grande con muchas personas y eso era mínimo. Pero, con el referente fuimos a comprar algunas cosas y equipé ese apartamento tan pequeño para mí. Comencé a verlo distinto: convertí mi casa en mi hogar y fue fantástico. Se transformó en el espacio justo, todo lo que yo necesitaba. Y hasta tenía espacio suficiente para invitar a una amiga».
El trabajo como voluntaria
Claudia trabajó en una escuela evangélica (Evangelische Grundschule Mühlhausen), muy próxima a su casa. Como es habitual en Alemania, se trasladaba en bicicleta. «Era una escuela enorme con un edificio precioso. Muy parecida a Crandon, de alguna manera. Me tocaba ir de clase en clase cuando precisaban algo o faltaba algún maestro. También acompañaba a los alumnos cuando iban a natación, servía los almuerzos, siempre con niños de primero a cuarto. Además, era responsable de la clase de danza, una actividad extracurricular. Casi siempre elegía música en español y, a veces, en inglés. A fin de año hicimos una muestra con el tema Despacito». Dice que durante los primeros meses el manejo del alemán fue difícil, pero después se soltó. E inmediatamente agrega que el trabajo como voluntaria durante un año le cambió la vida. «Salí de la zona de confort. Es una frase que se usa mucho y que se ajusta a lo que viví. Yo era muy niña y me tocó vivir una experiencia increíble que me hizo desde cocinar hasta llevar la ropa a un lavadero, comprar las monedas antes y preocuparme por cerrar todo y tirar la basura si me iba un fin de semana. Todas cosas que antes no hacía». «Estaba sola y en Alemania! ¡Y tenía que encargarme de todo!», enfatiza. Y aprovecha la oportunidad para reflexionar: «El trabajo voluntario no era solo de ayuda a otros, también fue enriquecedor para mí. Además, en las tardes podía dedicarme a mis intereses: guitarra y fotografía; aprendí otro idioma y practiqué inglés». La experiencia en la formación de líderes en Crandon «fue importantísima para llevar adelante este trabajo de todos los días, no de una vez por semana». Yo buscaba una experiencia de voluntariado cien por ciento y en este programa la encontré», agrega Claudia.
El futuro, luego de la curva
Claudia piensa comenzar una carrera universitaria, «finalmente me decidí por diseño y haré la Licenciatura en Diseño Gráfico». Y también expresa que quiere seguir vinculada a Crandon con el voluntariado: «Ni bien llegué, vine al Colegio porque, sin lugar a duda, es el lugar donde me gustaría seguir con el voluntariado. ¡Yo fui a Alemania por ser alumna de Crandon y es aquí donde quiero continuar! Me puse a disposición de la Pastoral y quedé sorprendida porque hay varias oportunidades. Además de difundir la experiencia con esta entrevista, daré mi testimonio cuando se dé a conocer el programa de Alemania para el año próximo. También mostraré el voluntariado en el proyecto de Orientación Vocacional». El entusiasmo de Claudia es notorio y el enriquecimiento de la experiencia es visible, por otra parte. Fue la primera uruguaya en ser parte del programa de voluntariado de la lglesia Evangélica del Río de la Plata y lo recomienda con elocuencia. «No tiene por qué ser todo lineal: terminar el liceo, estudiar, recibirse, trabajar. Yo tenía ganas de tomar una curva y la experiencia fue hermosa, valió la pena. Tenemos la idea de que se pierde un año, pero se gana mucho. Ya no soy la misma persona». Entre los aspectos más destacados, Claudia menciona los excelentes vínculos que estrechó durante su estadía en Alemania. Cuenta que el último día que estuvo en la escuela, antes de finalizar el programa, le hicieron una despedida. Ella tenía preparadas unas palabras en alemán y después los invitó a cantar. «Primero una canción en alemán y luego comencé con Despacito porque algunos de ellos, los alumnos, ya la conocían. Me sorprendí cuando todos comenzaron a cantar. Fue divino y muy emocionante».
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