10 de mayo de 2022

El Dr. Enrique Yarza Rovira entró al Instituto Crandon en 1976, en primer año de Primaria. Recuerda muy bien esa transición, pues en Educación Inicial había asistido a una institución más chica, próxima a su casa. «En la vida hay grandes cambios, por lo menos en la mía… Y uno de los grandes cambios fue ese, el de Educación Inicial. (…) El segundo fue el pasaje de la escuela al liceo; el otro a la Universidad y finalmente el casamiento», explica. 

Enrique se detiene en los detalles, habla con detenimiento, hace pausas y explica con parsimonia. Con esta introducción, marca el ritmo y el carácter reflexivo de la entrevista. Agrega que cursó hasta cuarto año de liceo en Crandon y que el Bachillerato lo terminó en otro colegio. Luego comenzó Abogacía, en la Universidad de la República (egresó en 1997). 

Al poco tiempo de haber empezado la facultad, se interesó por la genealogía. Fue una curiosidad que nació a partir de preguntas existencialistas (quién era, qué estaba haciendo en el mundo, qué le deparaba el futuro); para responderlas, consideró que debía empezar por el pasado. Así, comenzó a hacer el árbol genealógico de su familia: primero apoyado en la tradición oral, luego con fotos y finalmente con la búsqueda de datos en fuentes documentales (registro civil, registros eclesiásticos, archivos judiciales, Archivo General de la Nación, censos, etc.). 

El interés se afianzó y se vinculó con el Instituto de Estudios Genealógicos del Uruguay, un colectivo integrado por personas de mediana edad. «Cuando me afilié, tenía 21 o 22 años y me acuerdo de que me miraban con cara rara. Se decía que los jóvenes no hacían genealogía. Llegué a un grupo de más de 60 años, muchos con apellidos patricios… Yo quería aprender y fue un gran desafío». 

A ese estímulo, Enrique respondió con compromiso y trabajo tenaz: además de ser presidente de esa organización de 2003 a 2009, diseñó dos cursos, se formó en Historia (es egresado de la Universidad Católica del Uruguay) y es autor de numerosos libros sobre la temática. El último, que acaba de publicarse, se titula El hacendado francés (Rumbo editorial).

Ante un conocedor de la genealogía, una disciplina que no es habitual, surgen dos preguntas inmediatas: ¿es importante saber sobre genealogía?, ¿por qué? La respuesta de Enrique es convincente: «porque si no, no se sabe quién es, ni de dónde viene ni hacia dónde va. Es tan simple como eso. Aparte, haciendo genealogía nos damos cuenta de que todos somos parientes, que estamos todos relacionados. Y también la genealogía tiene otra cualidad: es la ciencia más democrática que hay, porque todos tenemos dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos. 16, 32, 64… Si seguimos, podemos llegar a cifras, en una décima generación, de 512 personas. Es democrática y aglutinante, porque nos hermana. La genealogía es la mejor escuela contra el racismo».  

Los últimos minutos de la entrevista los dedicamos a Crandon nuevamente. «Uno es la suma de toda su existencia. Los diez años que estuve en Crandon forman parte de mi cimiento ―resume Enrique―.  Tengo tantos recuerdos… Soy el único de mi generación que puedo decir el nombre de todas las maestras: las de español, las de inglés, las suplentes. Mis compañeros acuden a mí cuando no recuerdan algo. Surge una foto y me preguntan quién es quién».

Cuando salimos a buscar la locación fotográfica, los pasillos y las puertas de los salones activaron la memoria de Enrique. De cada lugar recuerda una anécdota. Una memoria fotográfica a la manera de Funes, el memorioso de Borges, se desplegó ante cada estímulo. Durante unos minutos, viajamos en el tiempo y nos instalamos en los años 80, cuando Enrique cursó el liceo.

Cursos sobre genealogía a cargo del autor

«Los cursos surgieron porque yo me propuse que los nuevos genealogistas no pasen por lo que tuve que pasar: no saber qué hacer [frente a un dato], cómo resolver una duda, cómo leer un acta. En 2012, armé un curso con la Dra. Isabel Barreto [Messano], formada en Humanidades. Se llama Miradas interdisciplinarias de la genealogía en el Uruguay. Tratamos de dar una visión no solamente de la genealogía, sino de la relación con otras ciencias, por ejemplo, con la sociología o la genética.

Así fue que planteamos un curso que recorre la evolución de la genealogía, la genealogía en España, en América, en el Río de la Plata y en el Uruguay. Tratamos el origen de los nombres y de los apellidos que todos llevamos». Este curso se ha dictado en Montevideo y también en el interior. 

«Con el tiempo, los alumnos que lo habían cursado solicitaron un segundo curso y así nació Historia genealógica del Uruguay. Aquí tomé cada capítulo de la historia nacional y  lo analicé desde el punto de vista genealógico».