30 de octubre de 2021

 

Días antes de retornar a Buenos Aires, ciudad en la que reside, la actriz y licenciada Maia Francia Amonte (Seniors 1998) protagonizó dos encuentros con grupos de la generación de primer año de Bachillerato Diversificado. La actividad se realizó en el salón de actos Graff Hall, el martes 19 de octubre,  con la presencia del alumnado, de las Profas. Victoria Diez Quinteros y Viviana Langone Saracho (docentes de Literatura de la generación) las directoras Mag. Adriana Brandón González y Cristina Roggero Pérez y el Mag. Carlos Varela Colombo, director general.

El dramaturgo español Federico García Lorca (1898), uno de los tema de la asignatura Literatura, fue el motivo principal de la charla, aunque Maia ―con soltura y dominio escénico―  hilvanó diversos aspectos de índole cultural, además del marco afectivo, en su carácter de exalumna de la Institución. «Hace un ratito estuve sentada ahí. […] Este Colegio, para mí, es muy importante: son los cimientos de mi vida personal y profesional ―comenzaba Maia―. […] En este salón, en la Semana de las Artes en 1998, participé en una mesa redonda sobre García Lorca. Hoy se cierra un ciclo».

La actriz, que además es docente, dejó constancia de que el encuentro no iba a ser una clase tradicional sobre el escritor español, «uno de los hombres más importantes del siglo XX, […] un autor que puso las pasiones humanas en el papel». En ese encuadre, con locuacidad y gran caudal informativo, Maia comentó: García Lorca es «cimiento de la cultura. No solo es importante para las letras, sino para la identidad y para la cultura. ¿Pero qué es la cultura? ¡Lo que nos diferencia de las demás especies!». 

Levantar pesas y hacer crossfit elonga el cuerpo ―explicó la oradora―, estudiar elonga el cerebro y es la cultura la responsable de elongar el alma. «Por eso es tan importante alimentar la cultura y recordar a Lorca. [Porque] lo mínimo que podemos hacer, al conocer a estos personajes, es pasar la antorcha». 

La antorcha del autor español, en la oratoria de Maia, se cargó de un sentido orientado al público adolescente, en un intento de decodificar la belleza de los símbolos ―«una belleza que no aparece en Instagram»― de una obra amplia, que representa la condición humana.  

El contexto de vida y de muerte de Federico García Lorca también estuvo presente. «Era un mundo bastante más injusto del que el que nos toca vivir hoy. Es bueno saberlo, porque ustedes gozan de derechos por los que lucharon hombres y mujeres como Federico. Él estaba rompiendo estigmas y mandatos. Estaba diciéndole al mundo que había diferentes maneras de amar». Lo hacía a través de la prosa y de la poesía, a través de metáforas que subliman, que proporcionan reflexión y que permiten afinar el intercambio simbólico, propio del ser humano. «Federico García Lorca nos ayuda, hoy, a mencionar el dolor a través de imágenes poderosas y sensaciones nombradas con precisión. […] Sus personajes, símbolos y metáforas nos proporcionan materia para que seamos seres humanos más refinados. A través de su poesía podremos superarnos como personas y dejar lo rudimentario, aquello de “lo sé, pero no puedo explicarlo”. Abracen a estos personajes. No subestimen lo que no entienden. Pregunten para intentar comprender las metáforas, porque quien puede lo más, puede lo menos».

Antes de finalizar, Maia realizó una lectura dramatizada. Eligió un pasaje de Yerma (1934), que contextualizó brevemente. El silencio de la sala era rotundo, mientras Maia hacía aparecer el deseo y los sueños que no llegan…

¡Ay, qué prado de pena!
¡Ay, qué puerta cerrada a la hermosura!,
que pido un hijo que sufrir, y el aire
me ofrece dalias de dormida luna.

¡Ay, pechos ciegos bajo mi vestido!
¡Ay, palomas sin ojos ni blancura!
¡Ay, qué dolor de sangre prisionera
me está clavando avispas en la nuca!

Pero tú has de venir, amor, mi niño,
porque el agua da sal, la tierra fruta,
y nuestro vientre guarda tiernos hijos
como la nube lleva dulce lluvia.

 

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Créditos de imágenes: Centro de Recursos para el Aprendizaje