Institucional

30 de octubre de 2021

 

Estatua de Martín Lutero

Crédito de imagen: Wim van ‘t Einde, Unsplash

Pastor Jorge Gerhard Otero, coordinador de la Pastoral Educativa

Nuevamente conmemoramos, como protestantes, un aniversario de quinientos años: la presencia de Martín Lutero ante el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Carlos V, y el representante del papa León X en la dieta imperial de Worms en 1521. Las máximas autoridades esperaban que Lutero, ya prácticamente condenado por hereje, se retractase de su postura sobre las indulgencias y con respecto a las pretensiones y al proceder del papa y la curia. Carlos V,  «en cuyo imperio el sol no se ocultaba», estaba convencido «de que, seguramente, un hermano está equivocado en su opinión si contradice a toda la cristiandad desde hace más de mil años hasta hoy» (nota de Carlos V a la Dieta de Worms) y, por eso, no iba a permitir el desacato de este monje.

Pero tres años de publicaciones de las críticas de Lutero a Roma y su difusión masiva (¡gracias a la imprenta de Gutenberg!) lograron que una amplia mayoría de la población en Alemania apoyara su opinión. La gente en las calles esperaba ansiosa la respuesta que el monje daría al emperador y al delegado papal.

«Si no se me convence mediante testimonios de la Escritura y claros argumentos de la razón ―porque no le creo ni al papa ni a los concilios ya que está demostrado que a menudo han errado, contradiciéndose a sí mismos, por los textos de la Sagrada Escritura que he citado, estoy sometido a mi conciencia y ligado a la palabra de Dios. Por eso no puedo ni quiero retractarme de nada, porque hacer algo en contra de la conciencia no es seguro ni saludable. ¡Dios me ayude, amén!».

Con estas palabras, finalizó Lutero su discurso, introduciendo en el debate teológico el derecho a la opinión propia, aunque en minoría, y a sostener una postura por razones de conciencia. La subjetividad como elemento de la Modernidad irrumpió en forma avasalladora en el ámbito de la fe. Su rechazo, también por las autoridades políticas, desató en la cristiandad de Occidente un largo proceso de enfrentamientos confesionales, de censura y represión de las personas que discrepaban con el pensamiento dominante, además de décadas de enfrentamientos bélicos que finalizarían recién con la Paz de Westfalia en 1648. El «no me retracto» de Lutero inauguró el derecho a disentir y a apelar a nuestra conciencia en la ética y la fe, cuestiones que hacen a la esencia de nuestro ser.

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