Seniors
29 de diciembre de 2023
Analaura Antúnez Latorre, Senior 2003, estuvo en China estudiando el bambú y, al volver, todo cambió. Del bambú llegó a la caña de tacuara y del diseño industrial, su formación universitaria, a la autoría de libros infantiles.
Paseó por Primaria un rato antes de la reunión y al llegar a Main Building, el edificio de 8 de Octubre y Garibaldi, buscamos un lugar para conversar. Entramos a la Pastoral y, de inmediato, recordó que ese era el salón de Educación Cristiana. Se activaron nuevos recuerdos, los primeros habían surgido al llegar; Analaura estaba visiblemente emocionada.
«Sentí como un déja vu, fue como volver a casa, realmente me siento así… Rivarola [Julio Rivarola es uno de los porteros] me miraba con cara de te conozco… le dije que era hija de Latorre y me sacó enseguida. Es que mi madre vino acá, mis tíos y la mayoría de mis primos también. Cambió la garita, pero Rivarola sigue acá. Hay tantas cosas que están iguales y otras que cambiaron, obvio. El Colegio fue muy importante en mi formación, especialmente en la artística, y en la cultura general. Teníamos clases de economía doméstica y no solamente cocinábamos, también aprendíamos carpintería, electricidad, a planchar y a hacer la cama. Tenía un montón de deporte, el Curso de Líderes, teatro, canto, cerámica».
Además de recuerdos, Analaura traía un sobre con dos libros escritos y dibujados por ella. De inmediato, comenzamos a hablar sobre las obras. Le pregunté cómo llegó a la escritura de libros infantiles. Me respondió que no sabe, que fue por accidente, y así comenzó un relato caracterizado por pasión y causalidades.
«Después del Bachillerato, empecé Arquitectura. Me gustaba la onda, pero no me encendía, y apliqué a una beca en la ORT para estudiar Diseño Industrial. Me gané la beca y dije “yo voy a dedicarme a esto, voy a hacer que funcione”. Me cuestionaba el paradigma industrial de crear objetos en serie, en escala masiva, de seguir contaminando y de hacer cosas porque sí. Yo era la de las preguntas incómodas en la clase. Esta reflexión, mirar de manera diferente, preguntar y cuestionar, que reconozco como propia, también es de Crandon».
Al terminar Diseño Industrial, comenzó a trabajar en un estudio y a dar clases en la Escuela Universitaria Centro de Diseño (FADU). En 2011, por insistencia de su mamá, se presentó a una beca para estudiar en China. El tema era el bambú, del que Analaura no sabía nada hasta ese momento. «Estuve dos meses estudiando el bambú durante todo el día. Iba a los parques, a las fábricas y a los bambusales. No había forma de no conectar con el bambú. Fue otro mundo. Fue un quiebre. Volví y dije que tenía que hacer algo con eso. Me enteré de que la caña de tacuara es una especie de bambú. Tacuara es una palabra de origen guaraní que significa «madera hueca». De alguna manera, es como decir bambú en guaraní».
Mientras ejercía la docencia, impulsó proyectos estudiantiles y tutoreó tesis sobre el bambú. También dio talleres como actividades de extensión universitaria. «Comencé a hablar del bambú y a revalorizarlo. Mi don es la palabra, esparcir, contar. Mientras hay gente que elige ver el bambú como una plaga y un problema, yo veo oportunidades, abundancia y desarrollo de microeconomías». Con esta concepción y entusiasmo, surgió un estudio de diseño de productos enfocado en el bambú para el desarrollo de estructuras para eventos, exhibidores para supermercados, regalos empresariales.
Analaura y su pareja, Lucía Kröger, comenzaron a crear Planeta Bambú, un universo bambucero en una chacra de la Sierra de las Cañas, en Maldonado. Se mudaron y plantaron dos hectáreas de bambú aplicando conceptos de permacultura. Llegó la pandemia y el área comercial (exhibidores, estructuras y regalos) se terminó y surgieron los talleres. «La gente quería salir al campo. Fue una buena oportunidad. Al tener varias canastas, el bambú nos permitió eso. Teníamos muchas ganas de que funcionara y el espíritu del bambú nos guio. En ese momento también nacieron las historias bambuseras. Dije, ¿qué puedo hacer con lo que tengo? Me gusta escribir, me gusta meditar, me gusta dibujar y contar historias. ¡Puedo contarle a la gente sobre el bambú! Tenía muchas resistencias porque no soy escritora ni dibujante, pero el libro salió igual».
Así germinaron Vola Bambú y luego llegó Misión Panda. Ambos se publicaron en 2022 y el plan editorial de Analaura ―la Colección Manifiesto, que crece con la fuerza que caracteriza al bambú― incluye varios títulos más. «Los libros son nuestra herramienta de difusión. Tienen un gran valor porque las historias mezclan fantasía y realidad y suceden en Aurora de las Sierras, un lugar que se puede visitar».
Planeta Bambú. «Creamos actividades transformadoras con el bambú como maestro y promovemos la regeneración ecosocial para un futuro sostenible. Despertamos corazones para recordar la naturaleza que somos, vivir en alegría y sembrar juntos el sueño del Planeta Bambú en la Tierra». https://planetabambu.com/
Libros. Volá Bambú y Misión Panda en https://planetabambu.com/almacen/libros/
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