Secundaria

11 de setiembre de 2023

El equipo organizador del III Encuentro de Bachilleratos Artísticos definió un ambicioso programa con dos mesas redondas, una charla y finalmente, en el segundo segmento de la jornada, diversos talleres. 

Luego de la bienvenida y presentación ―que incluyó el musical Footloose (1984) a cargo del grupo de tercer año de Bachillerato Artístico de Crandon― se desarrolló la primera mesa con la participación del escultor Octavio Podestá, el actor y productor Rodrigo Garmendia y la actriz Noelia Campo.

Vocación, trabajo y formación

Desde tres experiencias muy diferentes por trayectoria y ámbitos de ejercicio, los integrantes de este conversatorio hicieron foco en la vocación artística y el compromiso diario. Octavio Podestá reconoció que su misión fue la de aportar «arte a la calle», un objetivo que logró «con los años y fruto de mucho trabajo». 

 Noelia Campo, por su parte, resaltó que la «clave es perseverar y estudiar todo el tiempo» y agregó que hay que arriesgar, aceptar que a veces no todo sale como lo planificado, pero lo que cuenta, realmente, es «hacer lo que a cada uno le apasiona». 

Rodrigo Garmendia fue el encargado de cerrar la mesa de bienvenida. El productor habló de la exposición y de la permanente búsqueda creativa. Según su experiencia, estas incomodidades ―propias de quien se dedica al arte― se sobrellevan con la vocación y la formación permanente. Esta última permite, además, abrir nuevos caminos.

Hablar, soñar, rebelarse e interpelar

Parte del elenco de Esperando la carroza (Comedia Nacional, 2022) integró el segundo conversatorio de la jornada. Los actores Emilia Díaz, Fabiana Charlo, Gabriela Iribarren y Petru Valenksy aportaron aspectos sobre los procesos creativos detrás de esta reconocida obra del teatro rioplatense.

Esta charla comenzó con un video que TV Ciudad realizó a propósito de los 75 años de la Comedia Nacional, el centenario del nacimiento de la actriz China Zorrilla y los 60 años de la primera puesta en escena de la sátira. Después apareció, fuera del escenario, Mamá Cora (Petru Valensky) para sorpresa y regodeo del auditorio.

Los actores presentaron el marco histórico de la obra escrita por Jacobo Langsner en 1962 y detallaron algunas cuestiones de la versión que en 2022 dirigió Gabriel Calderón. Además, explicitaron algunas de las vivencias que esta obra, tan icónica, dejó en ellos y reflexionaron sobre qué implica ser un trabajador de la cultura. 

A este respecto, Gabriela Iribarren declaró que es necesario «democratizar la palabra arte, explicarla en las familias, conversar con amigos y con los vecinos». Para Petru Valensky, «hay que escuchar el corazón y perseguir los sueños», pues es lo que cada uno merece. Fabiana Charlo, en su doble rol de actriz y docente, se focalizó en el trabajo en equipo y finalmente Emilia Díaz, quien coordinó la mesa redonda, reparó en la importancia de romper moldes, ser irreverentes frente al poder e interpelar la realidad.

La intervención de este notable equipo de artistas finalizó con preguntas del auditorio.

Dudas, miedos y arrojo

Marina Sánchez, coreógrafa del Ballet Nacional del SODRE (BNS) y responsable de la puesta en escena de La Tregua, contó su experiencia que comenzó a los ocho años cuando soñaba con ser bailarina.

Tanto insistió que logró estudiar en la Escuela Nacional de Danza. En su familia se reían cuando decía que quería ser bailarina profesional. Trabajó duro y lo logró al ingresar al cuerpo de baile del SODRE con 16 años. Hace 26 años que está vinculada a esa prestigiosa institución, aunque en la actualidad desde otro rol, pues ahora se dedica a la coreografía ―dejó el ballet luego de veinte años de ejercicio―.

En pandemia, bajo la dirección de Igor Yebra, el BNS comenzó a trabajar en La Tregua, reconocida novela del escritor Mario Benedetti. Su proceso creativo, como coreógrafa, comenzó con una lectura profunda de la obra con el propósito de «traducirla al lenguaje corporal». 

Marina contó a los espectadores, que estaban muy pendientes de su charla, que en la primera lectura descubrió la vigencia de la novela y la importancia de la rutina en el relato. Para continuar, dividió el libro en nueve escenas con Martín, el personaje, como eje. Cada escena requirió el desarrollo de escenografía, vestuario y luces. Para ello, trabajó con un equipo multidisciplinario.

El azar, la oficina mecanizada, un Montevideo gris que en un momento se transforma porque hay un enamoramiento, un café fueron algunas de las tantas figuras que debió desarrollar para narrar la novela a través del movimiento del cuerpo.

Confesó que tuvo dudas y miedos durante el proceso creativo y que debió tomar decisiones todo el tiempo. Se la jugó, según sus palabras, y lo hizo convencida de que «el arte está para enseñar, nos muestra la vida, la realidad, nos sugiere, nos emociona». 

La intervención de Marina finalizó con parte de un video que muestra la obra, además de diversas preguntas y un gran aplauso.

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Crédito de imágenes: Centro de Recursos para el Aprendizaje

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